JUSTICIA PREDETERMINADA.
VISIÓN IUSÉTICA
Juan
José Bocaranda E
El
juez delincuente siempre está dispuesto a prostituirse, entregando la ley al
mejor postor. Y, ¿quién mejor postor,
para él, que quien empuña al mismo
tiempo poder y dinero?
Cuando
el juez se dispone a sentenciar, centra el interés en una u otra dirección, en
uno u otro objetivo, que para él será determinante. El interés elevado y noble
de servir fielmente a la justicia. O el de
favorecer fines subalternos y
bastardos. O el de secundar objetivos propios, de un familiar o de un
amigo. O el de satisfacer la sed de venganza, etc. etc. Y hacia este
propósito íntimo y concreto, enfila
los argumentos, cuadrando de esta manera la motivación jurídica con la
estructura de un pensamiento que
interpreta la ley en esa dirección preestablecida.
Ahora
bien. Entre los impulsos
secretos más torcidos y perniciosos de la sentencia, se encuentran los motivos
políticos. Porque el juez que se somete a estos motivos, tuerce los
hechos, los tergiversa, los manipula, los oscurece y los acomoda a ese
propósito. Al propósito político,
nunca confiable porque siempre le asedian intereses malsanos, prágmáticos, indiferentes
a los principios morales y a los valores éticos.
Por
esa vía, el juez degrada el ideal de la justicia y envilece la dignidad propia
y de su oficio, que es administrar justicia en forma objetiva, imparcial y
recta. Comete, pues, delito
moral grave, toda vez que
arremete, a plena consciencia, contra el fin esencial del Estado, que es la
realización del bien y sólo del bien, conforme al Principio Superior de Perfección
del Orden Moral. Obra, pues,
en forma dolosa, porque actuando en nombre del Estado y utilizando
indebidamente los medios y recursos de éste, quebranta gravemente el Principio Ético en forma
intencional, optando por el mal, incurriendo en injusticia, violando o
tergiversando la verdad, desviando los fines de la ley o desnaturalizando las
instituciones. Perpetra delito moral si ha tenido consciencia de la
naturaleza de los hechos y si ha podido prever las consecuencias reales o de
riesgo.
El
juez que obra de esta manera, no tiene en cuenta que los resultados de la
decisión espuria afectarán a grandes
masas de la población, si no a todo el país, además de la violación de los
principios y valores constitucionales y del ser moral de la Nación, así como de la economía, de los recursos y del futuro
de ésta.
La
violación de la justicia que perpetra el juez esclavizado por los motivos políticos,
constituye la peor especie de delito moral y pone de manifiesto un espíritu
ruin, que rebaja al más bajo nivel los fines de su misión de administrar
justicia.
Administrar justicia en función de
intereses torcidos y perversos, no es administrar justicia sino envilecerla.
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