Convencidos
los Sabios de que lo importante no es
“parecer” sino “ser y saber”…
Quizás sea conveniente recordar que
los Siete Sabios de Grecia fueron enviados a su país por Zeus, para que por
experiencia inmediata percibieran en pellejo propio cómo se estaba batiendo el
cobre en los nuevos tiempos.
El Prefecto de Disciplina, por
nombramiento del Dios del Cielo y de los Truenos, fue Diógenes
Kastañazos, quien acompañaría a los Siete durante su no muy larga estadía en
Grecia.
Lo único que pudo conseguir Diógenes
para que vivieran los Siete y él en Atenas, fue un rancho miserable, ubicado al
oeste de la ciudad, en el barrio “Los Mamónides”.
“Los Mamónides” había sido bautizado
por sus propios habitantes, para aludir al hecho de que todo el que vivía allí,
llegaba “mamado” de agotamiento físico, mental y moral, en un cuento de nunca
acabar.
Cuando los Sabios se establecieron
en el rancho, donde convivirían con los más pobres de los pobres, alimentándose
como los cochinchinos, de sapos y cucarachas, colocaron a la entrada del barrio
un gran letrero que decía: “Nuestra mayor virtud es subsistir”.
Los Siete
Sabios no estaban desvinculados del Derecho. Antes por el contrario, les
entusiasmaba por más de una razón, en especial a Solón, por haber sido
legislador. Además, lo exigía el
Reglamento impuesto por Zeus.
Para
Zeus, era fundamental el conocimiento del Derecho porque a través del mismo
debe canalizarse el Bien, irradiándose hacia toda la sociedad.
Los Siete
debían desarrollar discusiones jurídicas
en el rancho, varias veces a la semana, y asistir, por turnos, a las clases de
Derecho que se impartían en Ucevépolis. Por turnos, porque tenían otras tareas, unas en relación con la
subsistencia propia, otras en relación con la comunidad. Una comunidad pesada,
indiferente, reacia a colaborar y casi totalmente dividida.
Los
Sabios asistían a las clases en calidad de simples “oyentes”. Carecían, todos
ellos, de los papeles necesarios para la inscripción. Sin embargo, eso no les
impedía aventajar a los alumnos regulares que, por serlo, pretendían obtener el
título sólo por esa circunstancia. Lo único que interesaba a la inmensa mayoría
de ellos, era graduarse para salir a despellejar a sus compatriotas, utilizando
el título como bate, palanca o puñal, si era necesario, y dispuestos a
entregarse al mejor postor bajo la divisa “Lo mío es el billete, nada más”.
Convencidos
los Sabios de que lo importante no es
“parecer” sino “ser y saber”, prestaban la debida atención a las explicaciones
de los profesores, quienes en su mayoría les dispensaban un trato despectivo
con el pretexto de que no eran alumnos regulares: en realidad obraban así porque los envidiaban
ya que eran considerados “sabios”, y lo eran sin necesidad de papeles ni de
títulos, como lo presumen otros.
Para
asistir a la Universidad, Tales, Quilón y todos los demás, tenían que levantarse muy temprano, a las 4 de la madrugada,
pues las clases comenzaban a las 7. Tenían que ir a pie desde el barrio hasta
la Universidad, y con el estómago vacío. Sin embargo, se destacaron al punto de que muy pronto ganaron prestigio
en toda la institución.
Había en
los Siete -unidos por idénticos principios- algo que incomodaba a los
profesores hasta el punto de reunirse para concebir la forma de expulsarlos:
era la gran cantidad de preguntas “indiscretas” que les arrojaban como
pedruscos imprevistos, poniéndolos en
apuros. Porque eran preguntas de profundidad, no por salir del paso ni
relativas a cuestiones de poca monta intelectual o moral. Eran preguntas que
esperaban respuestas serias, que requerían concentración e interés. Porque, ¿
qué concentración puede haber si no existe el interés, un interés de altura, de
principios filosóficos y morales?
-Hasta
parece que se trata de algo planificado para hacernos quedar mal -comentaban
algunos profesores.
-Debe ser
que no tienen cosas más importantes que hacer en su día a día
-Deben
ser millonarios o mantenidos por enemigos nuestros.
Algunos
profesores se hacían los sordos para
obviar las preguntas de los Sabios. Pero, llegó un momento en que todos los
alumnos, con mayor o menor intensidad, exigieron respeto, seriedad y respuestas
directas y claras. Y hasta hubo amenazas de paro estudiantil. Los profesores
tuvieron que dejar de lado sus amarillentas libretas de viejos apuntes de
cuando estudiaban Derecho en tiempos de Calístenes, y abocarse a serias
reflexiones sobre las materias planteadas por los Sabios.
-¡Esos
sabiondos del carajo!- gritó un profesor que casi paró en loco.
-Sabiondos
ustedes, pura apariencia y vaciedad -les respondió una alumna que después se
destacaría como abogada del
ultrafeminismo.
-Ustedes,
cuando un libro no les interesa porque los incomoda y los adversa, recurren a
las campañas del silencio, pero esa treta ya no le funciona -agregó la líder.
En fin,
la vida de Ucevépolis en adelante no sería la misma. Las de los Sabios tampoco.
140.1. FILOSOFÍA DEL DERECHO CAVERNARIO. EL
PROFESOR PAKIDERMOS.
El Derecho, ¿”Gran Regulador”,
como lo definió Norbert Wienner? ¿O Derecho “des-regulado”?
El único regulador verdadero y
adecuado del Derecho, es la Moral.
Un día,
cuando asistieron Solón, Bias y Quilón, les dio clase de Filosofía del Derecho el
megadoctor Rapácides Pakidermos, summa cum de la Universidad de Bursidán y proponente
de la Cátedra de Derecho Neopuro, por idea traída de Europa.
-Profesor: - le pregunta Solón- ¿qué opina de la propuesta que hay por
ahí de conjugar la Moral y el Derecho en un Estado Ético de Derecho?
-¿Qué debo decir sino que se trata de un formidable disparate, más
grande que la Tierra? Sólo a un lunático ignorante se le puede ocurrir semejante
aberración.
-¿Aberración?
-¡Claro! ¿Ese sujeto no sabe que el Derecho y la Moral jamás pueden
unirse, que desde hace más de dos mil años
han estado separados y que así deben continuar porque así lo decretaron las
tres divinas personas?
-¡¿Las tres divinas personas?
-Sí. Cristian Thomasio, Enmanuel Kant y Juan Amadeo Fichte. Y ratificado
por otras razones por la Escuela Positivista y el formalismo jurídico de la
Escuela de Viena.
Una persona medianamente inteligente debe comprender que la unión de la
Moral con el Derecho es algo imposible. Algunos basan esta imposibilidad en
que el Derecho permite actos que prohíbe
la Moral. Otros, en que la Moral se caracteriza por la interioridad y el
Derecho por la exterioridad. Pero yo desestimo por inútiles estos argumentos.
Los míos son argumentos fácticos, de realidades, no de idealidades, motivos
prácticos, no teorizaciones metafísicas.
-¿Y cuáles son esas razones prácticas que hacen imposible la conjunción
de la Moral y el Derecho?
-La Moral se convierte en un estorbo para el progreso humano y de las
instituciones; arranca autonomía a los Poderes del Estado e impide que éste
establezca las leyes conforme a las necesidades de expansión y ascenso del
capital.
-En otras palabras, el problema de la Moral es el de que impide que la
ley establezca abusos y desmanes; que los funcionarios hagan lo que les
convenga; que los jueces se desvíen y los mandataríos abusen del poder.
¿Verdad?
-Así es, exactamente. Por consiguiente, según Usted, debe haber una
separación radical entre el Derecho y la Moral.
-Sí. La Moral no tiene nada pero
nada que ver con el Derecho y el Derecho no tiene absolutamente nada que buscar
en la Moral.
-¿Quiere decir que el Derecho puede ser todo lo injusto que establezcan
los intereses de los poderosos, con total libertad.
-Sí. Con la más absoluta libertad.
-Luego ¿para Usted lo que debe existir no es un Derecho fundado en la
razón y en la justicia y en la esencia de lo humano, sino un Derecho de la
fuerza? ¿Un Derecho Cavernario?
-Llámelo así, si quiere.
Bias le preguntó: ¿Usted opina que el homicidio debe ser castigado? ¿Por qué?
-Debe ser castigado, mas no por razones morales sino exclusivamente
prácticas. Al Derecho no le interesa para nada el asuntejo de la Moral.
-¿Y cuáles serían esas razones prácticas que imponen la necesidad de la
ley penal?
-Son varias las razones:
1º.por
política social, para aparentar que se cumple la justicia
2º.para
cubrir las apariencias de bondad y corrección
3º.para
apaciguar a los deudos y evitar venganzas por cuenta propia
4º.para
justificar la creación de tribunales y dar ocupación a los desempleados
5º.para
que no nos señale la comunidad internacional.
Repito:
la Moral no tiene injerencia en el Derecho. Y así debe seguir siendo por lo siglos de los
siglos. El Derecho debe ser libre. No necesita beatas ni chaperonas. Si se
aceptase la Moral en el Derecho, ¿qué sería de los negocios en general?
¿Ustedes quieren que desaparezca la sociedad? ¿Ustedes quieren que la gente se
muera de hambre? ¿Y dónde quedarían la productividad, el producto territorial
bruto y las leyes de la economía? Pues ello sucederá cuando se admita la
injerencia directa de la Moral en el Derecho. Y yo no podría seguir aquí
brindándoles mis valiosos conocimientos éticos y jurídicos, porque tendría que
renunciar.
Intervino
Quilón:
-Profesor,
ya que usted sabe tanto, ¿por qué no escribe un libro contradiciendo al que
propone la simbiosis de la Moral con el Derecho? Así podría demostrar que es
Usted quien tiene la razón.
-¿Usted
qué quiere? ¿Que tenga que estudiar Derecho de nuevo, cuando ya mi vida está
hecha y mi sistema profesional armado?
-Ahhhh…!Eso
es todo! Eso es todo- concluyó Quilón- Usted defiende el Derecho Cavernario
porque si no existiese éste, ¿qué sería de los privilegiados del Derecho?
¿Qué sería de los usureros, de los banqueros, de los especuladores, de los
contrabandistas, de los ladrones de cuello blanco, de los jueces alcahuetas, de
los policías complacientes, de los traficantes de armas o de drogas? ¿Qué sería
de los funcionarios ladrones?
140.2.EL
PARAGUAS PROTOCOLAR DEL PROFESOR AVENTOKLES
EL PARAGUAS PROTOCOLAR DEL PROFESOR AVENTOKLES
Después de las
meditaciones vespertinas, los Sabios se reunieron en el hall trasero del rancho para entretener el hambre.
Todavía latía en
ellos el malestar que les habían dejado en el ánimo el ser y la manera de ser
del Profesor Pakidermos. Con su esponjamiento sapiencial, sus poses
aristocráticas, su exposición engolada, su rustiquez moral, su miseria
interior, y, sobre todo, con su notorio y descarado desprecio por los asuntos
de la Moral.
-Es característico
-dijo Pítakos- de la gente que menos
vale: la mediocridad, que descansa sobre
la solemnidad y la incapacidad para las cosas grandes.
Apenas estoy en
presencia de un hombre mediocre,-dijo Quilón- lo distingo por sus poses tiesas,
por su orondez de botija. Es lamentable que
la Escuela de Derecho esté plena de profesores orondos, que se creen dueños de
la verdad y que tienen derecho a imponer sus opiniones retrógradas, que
terminan por frenar el avance de la sociedad. Nada tan digno y ejemplar como un
profesor humilde, comprensivo y amplio…
-Por
cierto, Quilón, -intervino Cleóbulo- dinos qué es lo que llamas “el paraguas
protocolar”...
-Bien, Cleóbulo: Al
recordar al siempre solemne profesor Aventokles, que todos conocemos, pienso
en el grandísimo esfuerzo que hace el mediocre al adoptar poses solemnes aun para las cosas más simples de la vida.
-¿Tú crees?
-preguntó Tales
-Sí. Cuando nota que alguien lo está mirando, adopta de
inmediato esa pose de globo, pues necesita “darse importancia”. Mientras está
en público, tiene que mantener esa apariencia.
La conversación se
repartió entre todos, y cada quien agregó sus comentarios:
-Entonces, por la
noche debe llegar muy cansado a casa, después de una larga jornada de aventada
“importancia”.
-Por eso pienso que
si alguien es merecedor de compasión cristiana es el mediocre.
-Pero también de
admiración, pues no deja de ser admirable el hecho de que esa persona pueda
andar a la vez espetada y fruncida, situación que no me parece natural.
-Y por no ser
natural, hemos de suponer que el mediocre
recurre a medios artificiales para obtener esa figura de globo.
-Esa prótesis es “el paraguas protocolar” que
todas las mañanas, poco antes de irse a la calle, se traga en forma de píldora
efervescente. Y así, se presenta al público, con el paraguas expandido en su
interior y con la figura de una “sota” escapada de algún juego de barajas.
Paraguas que expulsará por la noche cuando ingiera la píldora colagoga, que,
por cierto, a veces no resulta eficaz.
-¿No siempre
funciona la píldora?
-Claro que no. ¿No
han oído decir ustedes que don fulano o el doctor mengano, murieron “por causa
desconocida”? Pues se trata, sencillamente, de que los médicos ocultan que aquel globo de humo murió porque el paraguas
protocolar se le quedó engarzado en el píloro.
-Entonces debemos
rezar por esa gente, compadeciéndola como se compadece a las personas que están
muriendo, sin saberlo, de muerte vergonzosa...
Y aquí feneció la
conversa sobre el hombre mediocre y los docentes de la petulancia…¿Para qué
más?
140.3.
“LA GRAN MARCHA POR LA VIDA”.
Los Siete Sabios se integraron plenamente a la
vida universitaria y a los intereses de los estudiantes como tales y como
integrantes de una sociedad plena de
problemas. Por eso formaron parte de las manifestaciones estudiantiles,
como “LA GRAN MARCHA POR LA VIDA”, organizada
por los Sabios y cuyo desarrollo describimos ahora:
-¡Cabrones¡ ¡Qué aborto tan sangriento¡ -grita Quilón.
Un enano, a riesgo de ser aplastado por un tambor descomunal que va
golpeando con un bate, camina frente a la manifestación. Es “La Gran Marcha por
la Vida”, a la que se ha dado cita el pueblo de Atenas, multitudinariamente.
Mientras el tambor resuena con tonos de marcha fúnebre, la manifestación
avanza desde la Plaza del Rectorado de Ucevépolis, donde se han concentrado los
habitantes de los barrios más miserables de la capital y del interior de
Grecia. Se detendrán en la explanada, frente a la Asamblea del Pueblo, cerca
del Areópago, donde los Sabios de desabrocharán sendos discursos.
Se han dispuesto siete carretas abigarradas, en cada una de las cuales
va un Sabio, sobre una plataforma, portando el símbolo de “las siete plagas de
Grecia”
¡Avancen más¡ - logra escucharse la voz dictatorial de Periandro- y el
enano, dándose por aludido, redobla la
intensidad de los golpes, como si odiase el cuero del tambor.
-¡Que canten las mujeres, que canten las mujeres¡- grita Calipso, hija de Titán, quien ha venido de El
Callao con un grupo de percusionistas
del metal, bailarinas y algunos yanomami.
Solón luce serio, espetado y solemne como todo buen legislador. Más aun
cuando le preocupa la hambruna
democrática que padece el pueblo de Grecia. Carestía. Prepotencia. Impunidad. Abuso.
Acaparamiento.
Detrás de los Sabios, numeroso grupo de estudiantes, todos de negro en punta, portando sobre los
hombros una descomunal urna de cartón, con cuyo color contrasta la blancura de
las pancartas, ondeadas como las olas por el viento.
Napoleón, te troncharon tus cien días
Napoleón, no estás muerto. Vives coleando en
nuestros corazones
Invadamos
Santa Elena.
Napoleón había sido un estudiante ejemplar y pacífico, que sólo por equivocación fue a
parar a la Universidad, pues su anhelo era la carrera militar, donde soñaba ser
algún día gran capitán e invadir los países, sobre millones de cadáveres, para hacerse coronar
emperador. Estudiaba primer año de Derecho y vivía en Stalingrado, residencia estudiantil ubicada entre la piscina y el
comedor, en Ucevépolis. Cuando se
preparaba para el segundo examen parcial de Derecho Constitucional, tuvo la
desgracia de portar una carpeta entre cuyos papeles había una tesis que analizaba “los regímenes despóticos”,
hecho por el cual lo detuvo un grupo de
policías. Se decía que lo habían torturado, remachándole grapas en la
cabeza, antes de arrancarle la cabellera. A centenares de kilómetros de Atenas fue hallado, envuelto en cadenas, el
cadáver de un joven mutilado por los peces y vuelto jabón por al agua del mar.
Se dijo que era el cadáver de Napoleón. Su novia Josefina – también estudiante
de Derecho- creyó haberlo identificado….
Y la procesión sigue avanzando.
Un altoparlante, sustraído del Museo de Grahan Bell, arroja chorros de “salsa”
sobre la multitud, ducha en menequeos
callejeros.
La marcha parece todo un éxito. Los policías, forrados como nunca en sus
adminículos democráticos, están apostados en las esquinas y en las azoteas,
amenazantes.
Los gobernantes están preocupados porque, hasta entonces, no hay
pretextos para la represión. La marcha avanza
pacíficamente hacia su objetivo. Pero
un Ministro, graduado en la Universidad de Pharsas, ha pergeñado,
previsivamente, un plan….
Cuando la manifestación
llega frente al Edificio de la Asamblea del Pueblo, encuentra tenderetes, parrilla de pollo, de faisán, de
cochino y de res, con hallaquitas y picante, todo gratis; música, licor,
serpentinas, banderines, papelillo, pitos, flautas, chirimías y todo un
ejército de arlequines y payasas que invitan a la cumbia y al relajo, haciendo lengüetear como
serpientes, coloridas “matasuegras”, con las que golpetean la nariz de los
manifestantes.
En el choque cultural se mezclan, entreveran y machihembran ambos
grupos, en un revoltillo musical que se prolongará en bailes y borracheras, hasta el amanecer.
Quilón grita
-¡Cabrones! ¡Qué aborto tan sangriento¡- Pero le ahoga la voz una payasa
espartana y belicosa, cuando le cubre la boca con un beso-chupeta,
que lo pone a temblar.
140.4. LA BIOÉTICA Y LA EXPULSIÓN DE LOS SIETE SABIOS
Los Sabios asistieron en la Escuela
de Derecho de Ucevépolis, a una conferencia
sobre la Bioética a cargo de la
doctora y profesora rusa Natalia Buffaloba, especialista en Bioética,
comisionada por una Organización internacional.
El término biética -dijo-
fue utilizado por primera vez en 1970,
por el oncólogo norteamericano Van Rensselaer Potter, de la Universidad
de Wisconsin. Posteriormente salió a la luz su libro “Bioética: Puente
hacia el futuro”, que recogía algunos de sus artículos.
Como rama de la Ética,
la bioética propone algunos principios que orientan la
conducta humana en el área biomédica. Sin embargo, se ha extendido hasta
comprender también las cuestiones relativas al medio ambiente y al trato debido
a los animales.
En la
Bioética confluyen la biología, la medicina, la filosofía, la política, la
antropología, la sociología, la teología y el derecho.
Algunos
opinan que la bioética atañe, únicamente, a las cuestiones morales atinentes a
los tratamientos médicos o a las innovaciones de la tecnología, enfatizando los
derechos inalienables del hombre y su dignidad.
Podría
decirse que el sentimiento bioético nació a raíz del descubrimiento de
los atroces experimentos científicos perpetrados por los nazis en los campos de
concentración, y debido a los cuales la Humanidad estuvo en adelante alerta
ante la posibilidad de que los científicos perdieran el control de sus
actividades, violando, por esa vía, derechos fundamentales del ser humano
Algunos
bioeticistas como Beauchamp y Childres, propusieron los cuatro principios de la
Bioética: de la autonomía, de la no maleficencia, de la beneficencia y de la
justicia.
Después de
especificar cada uno de estos cuatro principios, la profesora expresó a manera
de conclusión: Los principios bioéticos deben entrar a formar parte del
Derecho, a través de leyes de bioética que los hagan cumplir.
-Me parece
muy bien todo esto, profesora- observó Tales. Sin embargo, me da la impresión de que Usted
confía demasiado en las leyes. Las leyes no operan por sí solas: es fundamental
el grado de consciencia moral de los funcionarios encargados de darles
cumplimiento. Es preciso asegurar que
los funcionarios encargados de velar por el cumplimiento de las diferentes
disposiciones de las leyes bioéticas, satisfagan cabalmente sus deberes legales
al respecto. Y la única forma de garantizarlo es la seguridad moral que podría
y debería servir como base de la consciencia ética de los funcionarios. Lo
demás es teoría, abstraccionismo, idealismo, irrealidad, ilusión…Y las
ilusiones no frenan, no evitan las desviaciones de quienes manejan (o
manipulan) la ciencia…
La
responsabilidad ética de los funcionarios es clave, y clave fundamental para
que la Bioética se cumpla, se realice.
Pero, ¿qué hacer
para obligar efectiva y eficazmente a esos funcionarios para que acaten las
leyes bioéticas? La única forma de lograrlo radica en admitir que la Moral debe
regir y corregir el Derecho. Es decir, que la Moral y el Derecho deben
conjugarse en una simbiosis perfecta, donde la Moral sea jurídicamente
obligatoria.
Tomó la palabra Solón:
-Profesora.Las leyes de la
Bioética están llamadas al fracaso mientras la Moral se mantenga fuera del
ámbito del Derecho, y para que la Moral se integre al ámbito del Derecho, es
necesario que se le reconozca poder
coercitivo como norma jurídica.
-No mezcle la Moral con el
Derecho- repuso ella, con acento inapropiado.
-Debo mezclarla, doctora, debo
mezclarla, y Usted también, porque es sujeto de responsabilidad moral. Todo ser
humano es un animal moral.
-No me llame animal. Animal es
Usted…- gritó , soltando algunos rezongos y dejando escapar algunas frases en
ruso, que fueron traducidas como francas vulgaridades proferidas contra los
Sabios y sus respectivas progenitoras, a
los que no dudó en tildar de “revoltosos”, “locos sueltos” y “aguafiestas
sin oficio”, y otros improperios.
Al parecer, la Dra. Buffaloba
supuso que en el salón sólo ella conocía un extraño dialecto de la lengua rusa,
por lo que se permitió mentar la madre a los Sabios, como todo un Rasputin.
Los organizadores, llenos de
vergüenza internacional, los expulsaron
del salón y los ficharon para vetar su
presencia en otra oportunidad.
Pero las cosas no terminarían
ahí. Porque varios de los presentes filmaron y grabaron con sus celulares los
gestos y las groserías de la ilustre delegada, tan gruesas como las de
cualquier cosaco.
140.5.SOLÓN
DEFINE EL DERECHO CAVERNARIO.
Los Siete sabios eran fuente
permanente para los periodistas. De ahí que éstos estuvieran al acecho.
Enterados de que Solón había manifestado ante el Profesor Rapácides Pakidermos
ciertos conceptos relativos al Derecho, le preguntaron “qué era eso del
Derecho cavernario”.
-No pretendo especificar en detalle,
ahora, qué es o pueda ser lo que denomino DERECHO CAVERNARIO. Todo se puede
resumir diciendo que es DERECHO CAVERNARIO el que responde a una mentalidad y a
una actitud propia de trogloditas morales. Porque se necesita ser un
cavernícola moral para afirmar con todo descaro que la Moral no se requiere en
el ámbito del Derecho o que su presencia sólo debe permitirse a medias, casi
como algo indeseable.
-Pero, ¿por qué es necesaria la
Moral en el Derecho? Que yo sepa, todos los días vemos como los abogados hablan
del Derecho, pero nada o muy poco de la Moral en relación con el Derecho.
-Que la Moral sea ignorada no
significa que no exista. Es como el Código Penal. Los delincuentes odian el
Código Penal. Pero por mucho que lo ignoren, él sigue presente. La Moral
siempre está presente cuando se trata del obrar humano. Desde que un diputado
comienza a concebir la idea de una posible ley, emite un acto de naturaleza
moral, porque se apoya necesariamente en una opción entre el bien y el mal.
El Derecho es
obra humana. Todo lo que tiene que ver con el Derecho y con la ley y su
realización, son actos humanos. Todo acto humano consciente y libre, gira en el
ámbito de la responsabilidad moral, de cuya autoridad nadie –ni siquiera los
legisladores, los jueces ni los juristas- pueden escapar. De manera que el
hecho de que los juristas o los funcionarios nieguen, ignoren, rechacen o
combatan la Moral, es absolutamente intrascendente, como ya dije.
-Pero, existe
algo que se llama libertad. Existe libertad de pensamiento…
-Disculpe que
lo interrumpa. Existe el derecho a la libertad de pensamiento, pero no la
libertad para desechar o rechazar simplemente lo que no convenga. Y volvemos al
ejemplo del delincuente y del Código Penal: el delincuente lo rechaza porque no
le conviene. Pero estoy seguro de que si el sindicato de los delincuentes pide
al Poder Legislativo que derogue ese Código porque les resulta antipático, los
legisladores no lo derogarán, porque lo menos no puede prevalecer sobre lo más.
Si no fuese así, no habría ninguna ley en el país porque cada sector suele
rechazar la ley que lo controla.
No olvide que
el hombre es un animal moral. El hombre, además de ser un animal racional, como
lo definiera Aristóteles, es un animal moral, porque- como dice alguien- el hombre siempre debe explicar lo que hace y
el modo como lo hace, si ello es justo y recto, o injusto e incorrecto.
-Sin embargo, señor Solón, hay
filósofos del Derecho que hoy admiten la injerencia de la Moral en el Derecho.
-Si los hay. Pero admiten una
participación lejana, ocasional y débil
de la Moral en el Derecho, que no producen resultados tangibles, pues todo
sigue de mal en peor en la Administración Pública.
-Entonces, ¿qué es lo que Usted propone?
-Estoy de acuerdo con una teoría
novedosa que postula la conjunción estrecha, plena, real, de la Moral con el
Derecho, no una simple relación, tenue, débil, lejana, aparente. Y postula
también la existencia de un Estado Ético de Derecho.
-¿Qué es el Estado Ético de Derecho?
-En pocas palabras un Estado donde
la Ley Moral sea norma jurídica, constitucionalmente establecida. Un Estado
donde haya un gobierno gobernado y no un gobierno gobernante.
-¡Un gobierno gobernado! ¿Qué es
eso?
-Un gobierno gobernado por los
ciudadanos a través de la Ley Moral constitucionalmente obligatoria.
De pronto, el sindicato de
profesores interrumpió la entrevista y amenazó a Solón con la expulsión de la
Universidad “por incitar al odio”.