EL DERECHO RECEPTOR Y REALIZADOR.
VISIÓN
IUSÉTICA.
Juan José
Bocaranda E
La Moral obliga a plantear que si el hombre es digno por
naturaleza, debe ser objeto necesario del bien. Es decir, la Moral lleva a formular un
juicio de valoración fundado en una alternativa, en la escogencia entre el bien
y el mal.
El Derecho
no es, pues, creador sino receptor y realizador de los Derechos Humanos: se
limita á reflejar el valor de la dignidad humana en su signo de obligatoriedad,
destacando por separado cada uno de los atributos inherentes en ella, cada uno
de los cuales constituye un derecho humano singular atinente a un tipo
determinado de necesidad. Y de la integridad del concepto de dignidad humana,
emerge la integridad de los Derechos desde una perspectiva ante todo moral. Lo
cual confirma que el Derecho es sólo un instrumento calificado de la Moral.
Para que
cada Estado realice su esencia ética, se requiere que asuma un pensamiento de
carácter teórico-práctico basado en la idea de un realismo jurídico
trascendental. Realismo jurídico, porque tome, como sincero punto de
partida, la plena realidad humana y social dentro de su respectivo territorio. Trascendental,
porque el Derecho y el Estado se repotencien moralmente, para convertirse,
desde cada país, en instrumentos de la universalidad.
Es que las
cosas adquieren la estatura que les imprimimos: hemos de admitir que el Derecho
abriga potencialidad inconmensurable para realizar cometidos de trascendencia
universal que contribuyan a la salvación del Planeta. Para ello debe conjugar
voluntades, consciente de su condición de valiosísimo e indispensable
instrumento de la Moral.
Si se
redimensiona moralmente el Derecho, se le verá florecer como no lo ha hecho
jamás en el decurso de su manifestación histórica. Para que ello sea posible,
debe estar consciente de las causas que determinan sus crisis y de la necesidad
de resolverlas.
El nuevo
milenio nació en medio de problemas que atentan contra la supervivencia misma
de la Humanidad:
el terrorismo, el narco-tráfico, el trafico de armas, la cuestión ecológica,
las amenazas contra la Paz Mundial, y la pobreza,
el hambre, el desempleo, que van siendo cada vez más acentuados en todos los
países y, finalmente, una globalización inmoral, que pretende repartir el mundo
a tajadas entre las grandes (pre)potencias.
Se mira a los lados en procura de una esperanza,
y es el Derecho el que emerge como tal. Sin embargo, por cuanto se requiere un
Derecho cuya estatura sea proporcionada a la universalidad y a la magnitud de
los problemas, nos encontramos con que el Derecho tradicional ha venido
perdiendo confiabilidad y respetabilidad y con que, por otra parte, los valores
puramente jurídicos manifiestan ser incapaces de contribuir por sí solos a
resolver tan graves y profundos problemas.
Se requiere, pues, un Derecho redimensionado,
trascendente, que incorpore nuevos valores, revitalizando los valores
jurídicos, consubstanciándose con la
Moral, en un un Estado Ético que contribuya al escenso
espiritual de la Humanidad.
¿Por qué alarmarse ante la idea de reconocer hoy al Derecho una
función de trascendencia, más allá de la mera regulación social externa? ¿Acaso
las concepciones jurídicas deben mantenerse aherrojadas por el pasado?
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